Los chicos actores siempre tuvieron su lugar reservado en las ficciones. Hijos de, sobrinos de, amigos de, etc. Sin embargo, en muy pocas ocasiones su destaque fue tal como para, además de caer simpáticos, conmover al publico. Pero en El elegido, Maite en la piel de Alma, lo logra; vaya si lo logra.
Rodrigo Noya fue el último en trascender, una especie de niño prodigio que, a fuerza de rapidez, frescura y talento demostró que los chicos en TV pueden ser algo más que una figura decorativa.
No obstante, el caso de Maite Lanata es distinto, pues lleva en sus espaldas la doble tarea de actuar por primera vez en tele, e interpretar uno de los papeles más difíciles que tal vaya a desarrollar en su vida.
Es una nena. Es la hija de Andrés (Echarri) y Verónica (Brédice). Es autista. Tiene un mundo interior muy prolífero. Sabe mucho y no dice nada. Lleva adelante escenas magistrales. Es una de las revelaciones de esta telenovela, y lo hace sin siquiera haber pronunciado una palabra en televisión.
Seguramente Maite no maneje información precisa sobre los niños autistas. Probablemente saque adelante su personaje siguiendo detalladamente las órdenes de un director, pero no importa acá de quien es el mayor porcentaje del mérito porque Alma Bilbao surge y vive en esta gran promesa  actoral que empieza a dar sus primeros pasos.
Se comunica con el exterior a través de sus dibujos. Un trazo perfecto y sesgado por un precoz talento, que le permite diseñar collages que dicen mucho para esta historia de secretos ocultos y ocultados, en donde una estrella se reproduce por doquier.
Su nombre de fantasía dicta mucho de su personaje, porque se llama Alma, un concepto que se lee en su mirada, en sus actitudes, en sus colores, y en su forma de contactarse y alejarse, querer y no querer.
Su padre la tranquiliza, con Jimena (María Dupláa) se siente en armonía, con Mariana (Krum) tiene una conexión especial y todavía inexplicable, en tanto que su madre la inquieta, la pone nerviosa, y promueve todas sus crisis.
Puede mantener un rictus severo en su carita, puede mantener la mirada fija y perdida, aún cuando se le acercan, aún cuando le están hablando.
Alma es, por su edad, el último eslabón de la tira, pero a fuerza de una excelente interpretación ha escalado posiciones hasta convertirse en uno de sus mayores valores.
Nunca, hasta ahora, ha pronunciado palabra y pareciera que no es necesario; en medio de este mundo express, su personaje demuestra que, para conmover, sobran las palabras.

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